Isabela Llansó Monge
La palabra "estrés" está en nuestro vocabulario diariamente, como algo que nos acompaña todo el día por el trabajo o el estudio. Sin embargo, no dimensionamos realmente los efectos que este puede tener en nuestra vida. Además, no es algo solamente de adultos, sino que desde que los niños y niñas son muy pequeños llegan a sufrir sus consecuencias. Las experiencias que viven los infantes funcionan como bases para el desarrollo. Estas, pueden ser de buena o mala calidad, generando así impactos duraderos en la vida de los pequeños. El estrés es tan poderoso que puede generar cambios en el cerebro y las conexiones sinápticas.
El siguiente video muestra una pequeña charla del Ph. D. Pat Levitt acerca de cómo la adversidad en la infancia llega a afectar el desarrollo de los niños y niñas:
Con esto, cabe reflexionar si como adultos cercanos a niños y niñas estamos siendo un impacto positivo o negativo en su vida. Si generamos realmente experiencias para una mejor vida o si más bien estamos dañando a esos pequeños y pequeñas. Además, es una invitación a autoevaluarnos y buscar ayuda, si se requiere, para intervenir correctamente y permitir que los niños y niñas reciben todo lo que merecen.
Reflexionemos nuestras prácticas como docentes, familiares o amistades de infantes, brindemos entornos seguros y pensemos si nuestros problemas, trabajos, discusiones o decisiones de vida están marcando su vida negativamente.

El estrés se ha normalizado y aceptado en nuestra cotidianidad, sin darnos cuenta de las repercusiones negativas que puede llegar a tener. Concuerdo con lo planteado de la autoevaluación, es fundamental primero estar bien nosotras mismas para poder transmitir esta paz y control a las personas en nuestro alrededor, y también estar conscientes que el ambiente y las experiencias que le ofrezcamos a nuestros estudiantes sean de calidad y positivas, no que generen estrés en ellos.
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